domingo, 23 de agosto de 2009

ACTUAL VICEPRESIDENTE DEL PERÚ GIAMPIETRI Y MANTILLA DIRIGIERON LA MATANZA DE EL FRONTÓN


Mucho se habla sobre la matanza de El Frontón y de un tiempo a esta parte el caso se ha politizado al extremo de que casi todas las gestiones gubernamentales creen tener el derecho de juzgar de tal manera, sin tener pleno conocimiento de los hechos o de haber escuchado los testimonios de quienes fueron agentes partícipes en estos, sea de los victimarios o de las víctimas.


Se dan sentimientos encontrados sobre la comparación de matanzas calificadas como acciones denigrantes, unas cometidas por miembros de la nuestra gloriosa Marina de Guerra apoyados por la Guardia Republicana, dando muerte a mansalva a presos hacinados en un rincón del penal; y otras cometidas por terroristas con indefensos ciudadanos y hasta niños como víctimas.


Es acaso noble la política que en nombre de la democracia pretende convenientemente acusar y sentenciar por un lado, y defender y absolver por otro, a quienes no conlleven a conseguir fines y objetivos acordes con nuestros intereses particulares. Una muestra de ello son los casos de Luis Giampietri Rojas, quien dirigió la masacre ejecutada por miembros de la Marina y el hombre fuerte del PAP, Agustín Mantilla Campos, que presenció la matanza desde su mirador particular, el tanque de agua del penal; actores de la matanza de El Frontón.


Esta situación de complicidad convenida, nos trae a la memoria parte del discurso presidencial de Alan García del 28 de julio de 1985, cuando asumió la presidencia dando inicio a su primera gestión: “La ley, será aplicada con severidad para quienes violen los derechos humanos mediante la muerte, las ejecuciones extrajudiciales, la tortura y por abuso de su función, pues para luchar contra la barbarie, no es preciso caer en la barbarie”. Sin embargo cayeron en el mismo salvajismo.


Un poco de historia


Poco después, de ese histórico discurso, el 14 de agosto, ocurría la matanza de Accomarca, con 69 originarios que murieron, por efecto del plan operativo Huanccayoc; el 4 de octubre de 1985, la matanza de Lurigancho, con 35 presos calcinados y 34 heridos; un año después, el 18 de junio de 1986 para ser exactos, sucede la masacre en la isla El Frontón, lugar donde el hoy presidente Alan García, sostenía enfático, “aquí caben dos posibilidades, o se van ellos (autores de la masacre) o me voy yo”, sin que al final ocurriera ni lo uno ni lo otro.


Tres años después, 14 de mayo de 1988, una patrulla de 180 soldados daban muerte a más de 120 campesinos que regresaban de sus sembríos; cinco de ellos fueron acribillados en la Iglesia del pueblo mientras los demás, entre niños y mujeres, torturados y destrozados con sus propias picotas, hachas, machetes y hasta palas.


Hoy los cabecillas de estas masacres gozan no sólo de impunidad, sino también fueron premiados por su aporte y cumplimiento de su deber en la lucha contra la subversión. Luis Giampietri, responsable de la matanza de El Frontón, es Vicepresidente del Perú; Telmo Hurtado, asesino de campesinos (no terroristas), quien dijo que mató para que los diputados sigan confortablemente sentados en sus sillones, fue agregado militar en Estados Unidos, su cómplice José Williams Zapata fue nombrado por Alan García en este, su segundo gobierno, representante del Perú ante la Junta Interamericana de Defensa, en Estados Unidos, a pesar de tener un impedimento de salida por los hechos acontecidos en 1985.


Con la entrevista en exclusiva que nos concedió desde la clandestinidad Rolando Echarry Pareja, sobreviviente de la masacre, no pretendemos justificar los crímenes perpetrados por Sendero Luminoso, sino poner en el tapete lo que hoy se pretende acallar y ocultar, los asesinatos extrajudiciales. La falta de lineamientos definidos en la política contrasubversiva y de cuadros especializados en temas de seguridad que propongan alternativas de solución, conllevaron a la debacle expresada en esas matanzas. A ello agreguémosle las diferencias entre el partido gobernante y las Fuerzas Armadas, inconvenientes que venían de años anteriores y que se acrecentaron con las fuertes críticas de los apristas a la labor militar en las zonas de emergencia, desde 1983, asperezas que García intentó limar cuando llegó al gobierno, lo que consiguió, pero con un costo muy alto.


Fuente: Marilú Gambini/Colaboradora/Diario la Primera

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